martes, 25 de agosto de 2015

LA TONTA DE LA COMPRA

 
Sí, has leído bien, he dicho tonta porque hace ya tiempo que dejó de ser lista.
Hacer la compra a los 40 es un sinvivir. A los 20 la sigue haciendo mamá en la mayoría de los casos, a los 30 cualquier cosa te sirve y a los 40 te vuelves un especialista del Tetris. Tetris para colocar los artículos en el carro (eso si eres capaz de meterlo todo en uno solo), Tetris para meterlo todo en las bolsas compradas del súper porque sí, hoy también se te ha olvidado cogerlas de casa. Tetris para meter esas bolsas en el maletero. Tetris para volver a sacarlo todo y meterlo en el carro del Lidl robado por algún vecino de la comunidad (nadie admite robar el carro, pero en todas las comunidades de vecinos hay uno).
Otro tipo bien diferente de Tetris es el que realizamos para llegar a fin de mes sin que en la tonta de la compra falte lo básico. Además, si tienes niños, la cosa ya se convierte en doble tirabuzón con carpado hacia atrás. De todo lo que compres, tienes que comprar su versión infantil: toallitas para el culito, yogur de Hello Kitty, galletas de Dora Exploradora, salchichas de leche, leche con calcio Omega 3 para el crecimiento, delicias de merluza con forma de pez...y gracias a Dios que hace años retiraron la mortadela con la cara de Mickey Mouse.
Y para ti, a los 40 que has decidido cuidarte más, el bombardeo de cosas SIN es constante y te hace caer una y otra vez en dudas cartesianas. Leche sin nata o directamente NO leche de soja, bebidas sin alcohol (el vino sin alcohol es mosto), refrescos sin calorías, desodorante sin alcohol, postres sin azúcar, agua mineral sin minerales, carne sin carne (esto es el tofu) y así un largo etcétera
Con todo esto resulta casi imposible hacer una tonta de la compra y normalmente acabamos improvisando por los pasillos. Pero los problemas no acaban ahí. El principal problema llega a la hora de pagar. Admítelo: tu cartera/monedero está lleno de tarjetas del club de chorrecientos establecimientos varios (Ikea, Alcampo, El Corte Inglés, Zara, Imaginarium, Decathlon, Repsol, Travel Club,...).
Te toca pagar y la cajera de peinado imposible y maquillada como una puerta esperando cariacontecida a que encuentres la tarjeta buena, la de pagar, la que hace pupa a tu cuenta corriente. Y cuando parece que todo ha terminado, la impresora de la caja empieza a escupir promociones y descuentos acumulables. He llegado a acumular en mi mano hasta ocho tickets en una sola compra. Apartas el carro para leerlos y todos te parecen súper interesantes, pero la realidad es que la mayoría de ellos acaban en el fondo de algún hueco de tu cartera y no es hasta cuando haces limpieza en la misma, como el que hace limpieza de amigos de Facebook, cuando te das cuenta de que nunca los usas.
Eso por no contar la aventura en la que se ha convertido repostar en una gasolinera, pero no me voy a detener en eso, que no quiero deprimir a nadie.
Total, que hemos pasado de un trozo de papel gris donde el tendero te apuntaba el total de la compra para que tu madre viera que no le sisabas las vueltas, a un sinvivir de tarjetas, papelotes y folletos que creemos que nos hacen la vida más fácil.
Es lo que tiene la aventura de vivir a los 40 y no morir en el intento.
 
Vikingo

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