lunes, 26 de octubre de 2015

¿Cumpleaños feliz?

 
Resulta que esta semana es mi cumpleaños y a partir de los 40 uno se plantea si los cumpleaños son felices o son una losa más hacia la losa final que nos cubrirá de gloria y lágrimas en el cortijo de los callados.
En el trabajo ya me están diciendo que si tengo que llevar algo dulce y algo salado. Yo estoy por llevar melón con jamón para agradar a todos...
La familia ya está que si mejor para comer, que si mejor para merendar (o ese amplio concepto de merienda/cena) y, los más snobs, que si mejor un brunch.
A todo esto, ¿A qué hora empieza la merienda/cena? ¿Es más merienda o más cena? ¿Se toma uno un montado de Nocilla y luego una sopa?
No sé, yo creo que me voy a decantar por unos pollos deconstruídos a tijeretazos en el asador del barrio, que a estas edades uno ya no está para cocinar para un abanico de personas entre los 2 y los 70 años. Con los menuses de pollo, patatas, pimientos, croquetas y gazpacho acertaré seguro.
La tarta, eso sí, la que a mí me salga de los c......, que para eso es mi cumple.
Los niños, esos que tienen siempre excesos de sinceridad, diciéndome que estoy viejo y mi compañero de trabajo llamándome chaval. Uno ya no sabe bien lo que es, pero el caso es que, un año más y como casi todos hemos hecho alguna vez, ya llevo unos días diciendo que tengo 42, cuando hasta el Jueves no llegan. Cuando corro como si no hubiera mañana me siento un jovenzuelo, pero cuando me despierto con dolor de espalda me veo cuesta abajo y sin frenos hacia la madurez. Ah, no! Que me acaban de recordar que ya estoy en la madurez. Es lo que tiene el amor...
¿Y los regalos? Te pasas el año haciéndote creer que necesitas muchas cosas y cuando te preguntan tu respuesta suele ser: es que no necesito nada. Claro, cargamos la responsabilidad en el otro y le ponemos en la encrucijada de demostrar si te conoce bien o no. ¿Quién no tiene en el armario alguna prenda fruto de un cumpleaños que sólo te has puesto cuando te la probaste para que te la vieran puesta antes de dejar que se apolillara?
Con lo fácil que es tirar de cheque regalo y las ganas que tienen algunos de complicarse la vida.
Y no, no quiero soplar velas este año tampoco, pero un año más tendré que soplarlas y ponerme cariacontecido cuando me canten esa canción que siempre me recuerda a Parchís...
Deberíamos ser todos un poco como el Sombrerero Loco y celebrar nuestros días de no cumpleaños y hacerlo junto a nuestros seres queridos.
Es más, propongo desde aquí celebrar los cumpledías porque no debemos olvidar que algún día será el último y nos sobran motivos para celebrar cosas a diario. Celebremos que mañana es Martes.
Me hago viejo; ya empiezo a hablar de la muerte. Dentro de poco le sacaré defectos a las obras y me pondré chándal con zapatos.
 
No me gusta cumplir años, pero que a nadie se le olvide felicitarme. Jejeje.
 
Vikingo

martes, 6 de octubre de 2015

ANTES LA GENTE IBA AL GIMNASIO

 
Ahora la gente va al gym y muchas veces al Mercadona después de ir al gym con todas sus mallas, tops y demás parafernalia puesta por si a alguien le queda alguna duda de si ha estado en el gym o ha salido a correr.
Ir al gimnasio no es malo: ayuda a tu salud, consigues una mejor forma física, ves cuerpines apañados y hasta puedes ligar. El problema viene porque hace 30 años al gimnasio se iba a hacer pesas o aeróbic imitando a Jane Fonda o a la Obregón. Si no podías, te quedabas en casa con la Nasarre.
Ahora es un sinvivir, un foco de estrés, un nido de indecisiones. Nada más entrar, la Máxima FM a todo lo que da el equipo, que casi te tienes que dirigir a la chiquilla de recepción por signos. La chiquilla, mejor si viene recauchutada, que vende más, te ofrece la tabla de actividades y lo flipas: cardiobox, bodypump, spinning, step, aquastep, bodyjumping y cienes de cosas más en gerundio inglés. No te has apuntado y ya tienes ganas de tumbing del saturamiento de la recauchutada hablándote de para qué sirve cada cosa.
Claro que para relajarte acaban de crear el Yoguilates para que encuentres tu equilibrio. Creo que la Guardia Civil se está planteando sustituir el paso por la raya blanca por una postura de Pilates para detectar si vas bebido al volante.
Qué manía con eso de hallar tu equilibrio, encontrarte a ti mismo, relajarte y entregarte al mundo Zen. Yo creo que es mucho más fácil sonreír a la vida y ser feliz con lo que te ofrece en cada momento.
Y lo que le gusta a más de uno que un señor apretaico se te ponga a dar gritos para, según él, animarte a duplicar tu esfuerzo. Y, para más inri, cuando acaba la clase y te ha llamado de todo menos bonito o bonita, va la gente y le aplaude, le jalea y poco menos que le convertimos en Bono tras el concierto de Barcelona de anoche. Bono, el que canta, aunque muy a nuestro pesar los hay que también aplauden al otro Bono, el que no hace nada, tras un mitin.
A mí no me mola que un señor o una señorita me griten. Todos deseando que eliminaran la mili y parece que los hay que les gusta la disciplina militar. Uno más de los sinsentidos que representan a la sociedad de hoy en día.
A los 40 somos muchos los que nos damos cuenta de que la gravedad hace caer algo más que las manzanas del árbol y nos lanzamos de cabeza y sin agua a esto de cuidarnos para intentar evitar el paso de lo único que es inevitable: el tiempo. Somos carne de cañón y blanco fácil para las empresas de vida sana y estética.
Algunos, los más perretes para esto del deporte, aprovechan su influencia en las redes sociales para hablar de "fofisano" pero, no nos engañemos, a ellas les molan los chicos bien formados como a nosotros nos gustan las chicas con todo bien puesto.
Aún así, lo reconozco: una vez me apunté a un gym. Después de unas semanas viendo a gente adorando espejos y encantados de haberse conocido, de escuchar gritos y, por qué no decirlo, alguna ventosidad por el esfuerzo, decidí que el gimnasio se podía convertir en una buena taquilla, salir a correr fuera y ducharme a la vuelta para ahorrar agua y gas en casa. Lo sé, no tengo perdón de Dios.
 
Pues nada lectores, que no se os olvide aprender inglés si queréis ir al gym.
 
Vikingo

jueves, 1 de octubre de 2015

CON LAS MANOS EN LA MASA


Hace unos días cometí sacrilegio. Hace unos días mi madre me "pilló" cocinando unas albóndigas a la manera tradicional: en la sartén y la cacerola. Casi me quita del testamento y me dijo que cómo no las hacía en la Thermomix...
Mi madre, esa dulce persona que me enseñó a cocinar a fuego lento en puchero ahora tiene la nevera lleva de platos varios hechos con Terminator; sí, ese aparato con aspecto infernal y que ya goza hasta de pantalla a color táctil y conexión USB. Ahí está, en la cocina desafiante con todos sus botones y complementos. Alguna vez he pasado el paño del polvo sobre ella (ya se puede hacer el lector una idea de cuánto la utilizo) y se ha encendido. La primera vez que pasó comenzó a emitir luces y sonidos y me fue imposible apagarla. Tuve que desenchufarla antes de que sus ondas hertzianas me abdujeran y comenzara a hacer postres a cascoporro para deleite de mis enanos. Creo que aunque la dispares, seguirá funcionando porque es capaz de generar materia para repararse.
Pero es que luego, te invitan  a cenar a casa de unos amigos y la ves allí también, con su recetario de proporciones bíblicas y todos sus accesorios sobre la mesa como si de una ama sado se tratara con sus instrumentos de tortura/placer listos para darte lo tuyo y lo de tu primo.
El caso es que el salmorejo no estaba malo, pero a mí me sigue imponiendo mucho respeto.
Me pregunto yo que si será capaz de hacerme un jersey si meto en ese bol mágico un ovillo de lana, unos botones y dos agujas de costura o si podrá resolver las peleas de pareja si ambos no metemos un rato allí en plena discusión a ser centrifugados, cortados, picados, triturados y luego montados de nuevo. De lo que ya no quiero ni hablar es de sus funciones como juguete erótico, porque seguro que algo de eso también tiene...
A mí que me perdonen, pero yo me quedo mil veces con los caldos y cremas de mi chica, mis arroces a fuego lento, los guisos de puchero que cuecen durante toda la mañana y que dejan el mejor de los ambientadores posibles en casa, los churros de domingo por la mañana en la churrería del barrio, las palmeras de chocolate del obrador del centro.
Y otra cosa, la compra del mes merece morir. Me encanta ir al súper del barrio y que nos conozca el carnicero, nos sonría el charcutero o la cajera nos pregunte por los niños.
A los 40 tenemos déficit de tiempo, pero también tenemos ladrones de tiempo. Yo prefiero trotar alrededor de casa, ir a comprar la cena del día, cocinar mientras comento el día con mi media naranja con unas olivas y un vino blanco como testigos, a ir a Sebastopol a entrenar para que un señor me arengue para que corra más, llegar a casa a las mil y meter cualquier cosa en el microondas antes de acostarme rápido porque se hace tarde.
Y mientras tanto, cada vez que entro en la cocina de mamá casa está allí, desafiante, inalterable, pero, en definitiva, como elemento decorativo.
Admiro y respeto a quienes hacen buen uso de la maquinita de los 1000 €, pero soy más de cacerolas.
 
Pues eso, que no se os olvide respirar ni cocinar.