jueves, 20 de agosto de 2015

DE SANDOKANES Y PETERPANES

 
Sí, lo confieso, el otro día probé uno. Sí probé un gin tonic...más por deferencia a quien se ofreció voluntario a prepararlo que por ganas de probarlo.
Lo primero que deduje es que en 2015 nunca te puedes pedir uno si quieres calmar la sed. Para eso nada mejor que la ingesta de dos átomos de hidrógeno por uno de oxígeno aliñados con vete tú a saber qué les echan en la destilería (también conocida como depuradora). Y es que para preparar un gin tonic hay que tener mucho tiempo y estudios superiores. Debes conocer la temperatura ideal de los ingredientes, la cantidad exacta de especias que hay que añadir, el grosor de la rodaja de limón, pepino o cualquier otro vegetal, la altura a la que rompe la burbuja de la tónica,... Obviamente, convirtieron la encimera de la cocina en un laboratorio donde las copas hacían de probetas.
A los 40 dicen que uno debe probar de todo para no quedar como conservador o clásico, pero en lo sucesivo seguiré prefiriendo el combinado de Vega Sicilia con Fever Free Cola, una rodaja de cítrico y un toque de Vermouth servido en vaso ancho de litro (preferentemente de plástico).
Es curioso que a los 20 uno se puede sentar en un césped húmedo y mojarse el culo mientras comparte babas de una litrona o un mini de cubata con ingredientes comprados en cualquier "chino" de marcas de dudosa procedencia, pero van pasando los años y cambias cantidad por calidad. Lo haces convencido de que a los 40 tienes más categoría y una reputación que defender, pero la realidad es que lo haces porque te tomas un mini de ron/cola a los 40 y te crees Sandokán.
Ahora con un poco de vino acompañando una comida deconstruída (antes la deconstrucción era pegarle el bocado al bocata de jamón y llevarte toda la loncha) y un gin tonic te vuelves una mezcla entre Sandokán y Peter Pan. Podía haber elegido también Orzowei, pero es que esa melenita rizada siempre me resultó muy inquietante. El caso es que te vienes arriba, empiezas a programar salidas a la montaña, quedadas para ir a La Latina y a la luna si hiciera falta para tapear hasta reventar, organizas partidos de fútbol y siempre acaban las conversaciones con la misma frase: "Pero tenemos que hacerlo, que siempre se habla pero nunca se hace". Termina el ágape y de vuelta a casa te acuerdas del partido del niño de los domingos, de la comida con la suegra, de que hay que salir tarde esta semana del trabajo por ser final de mes, de la aspiradora,...y Sandokán y Peter Pan se despiden de ti hasta la siguiente barbacoa.
Seamos sinceros, cuando veíamos a nuestros progenitores con los amigos o tíos en casa con la botella de Anís del Mono o Licor 43 después de la cena, empezaban a pinchar vinilos de Mirinda y a contar historias de la mili para tu vergüenza, papá y mamá estaban en los 40. El que más y el que menos ha tenido los hijos algo más tarde, pero miedo me da imaginar qué pensarán mis vástagos de su padre cuando me vean con un combinado en la mano contando historias de mis carreras (no he hecho la mili, ¿qué pasa?). Me habré convertido en esa palabra que ninguno queremos escuchar a los 40: viejoven.
Eso el que tiene pareja y/o descendencia, que el que está soltero (y esperemos que no entero a esa edad) sueña con el desarrollo de una aplicación tipo Shazam, que reconozca a la muchacha del pub con sólo acercar tu Smartphone y te dé acceso a sus redes sociales para que puedas chatear con ella a medio metro de distancia habiendo hecho los deberes de "¿estudias o trabajas?" antes de romper el hielo. Y es que el tiempo es oro hoy en día y a los 40, con el comienzo de la cuesta abajo (como dice Medusa), más aún.
 
Ya sabéis, cuidado con los gin tonics, que los carga el cilantro...
 
Vikingo

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